Tocar un instrumento implica de movimientos precisos y coordinados entre manos, dedos, ojos y a veces la voz. Además desarrolla la lateralidad y la conciencia corporal, especialmente en instrumentos como el piano, la batería o el xilófono. Favorece el desarrollo del lenguaje ya que mejora la pronunciación, entonación y comprensión auditiva, incluso en otros idiomas. Estimula la expresión emocional, pues la música es una vía para expresar sentimientos que a veces no pueden decirse con palabras.

Si mencionamos el tema de la confianza y autoestima, tocar instrumentos fomenta la perseverancia que se requiere de práctica constante y esfuerzo, lo que enseña disciplina y constancia. Aumenta el autoestima, pues lograr tocar una canción o presentarse ante otros genera orgullo y confianza. Además desarrolla habilidades sociales. Si observamos bien, en clases grupales o ensambles, los niños aprenden a escuchar al otro, a respetar turnos y a colaborar entre ellos. Tocar instrumentos potencia la creatividad, ya que permite explorar sonidos, inventar melodías y jugar con la expresión artística.
Algo que no debemos olvidar y que para nosotros es de suma importancia es la diversión y el bienestar emocional del niño, pues tocar música genera placer, relaja y mejora el estado de ánimo.